Crítica de "El último vuelo": Esquizofrènia conceptual


Aquí us deixo amb una altra crítica, també de la reviusta de cinema online: La Butaca. Aquesta crítica tracta sobre la pel·lícula "El Último vuelo", una pel·licula francesa que explica la història d'un pilot francès deseparegut al dasert francès d'el Sàhara. Aquí os deixo amb la crítica.




Acierta de lleno el crítico francés de Le Monde, Jacques Mandelbaum, cuando sugiere (eso sí, con timidez) el carácter esquizofrénico de “El último vuelo”. La última película del cineasta de origen tunecino Karim Dridi se debate entre el convencional vehículo para el lucimiento de su pareja protagonista (asociación reforzada desde la expectación rosa) y la abstracción conceptual en la que deriva su concepción cinematográfica; entre la narrativa de canon estricto y los subrayados autorales, en ambos casos igualmente desvaídos. Lo esquizoide de la propuesta se predispone desde su estructura claramente dividida en dos mitades: en una primera, el cineasta centra su narrativa en la contextualización de un asentamiento meharista en el Sahara francés de los años 30; en la segunda, el tema colonial se ausenta para dar paso al relato pretendidamente angustioso, el de una travesía en la que sus dos personajes protagónicos caminan desamparados hacia una posibilidad quimérica, que es acto de amor en el que nace el amor mismo.

El fracaso, lamentablemente, es patente en ambas mitades. En lo que respecta al colonialismo y las fricciones morales que de este se derivan, Dridi pasa de puntillas y sin posibilidad de profundidad histórico-sociológica, reduciendo el deseable gran tema al simplista, maniqueo enfrentamiento entre un pacifista de increíble filantropía (Guillaume Canet) y un colonialista de imposible codicia conquistadora (Guillaume Marquet). En lo posterior, el autor se embarca en un viaje cinematográfico al que llega irremediablemente tarde, un descenso a territorios más subjetivos del lenguaje, presidido por los silencios y las pasiones enmudecidas, con un peso extraordinario de la pérdida que llega a insinuar a Dridi como un Antonioni de baja estofa y actores poco inspirados.



Es en esos momentos donde “El último vuelo” encuentra sus mejores hallazgos visuales, en el uso inesperado de ciertos picados y contrapicados para enfatizar la pesadez del desierto, en un arrebatador plano de un primer beso que transmuta del egoísmo al cariño agónico. Es en esos pasajes cuando el espectador sorprendido por la anormalidad del giro devenido, aquel que comienza a interesarse por tan abstracta travesía hacia la muerte, se siente más cerca de una reconciliación casi antinatural con la propuesta. Y es justo antes, también, de que la misma concluya traicionando a ese sugerido espíritu con un fatídico cierre explicativo en forma de notas aclaratorias. Notas para certificar, para lamentar la condición de espejismo en medio del desierto del ramalazo conceptual al que acaba de asistir.

Calificación: 4/10

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